Equidad: ¿País de Oportunidades o de Oportunistas?

Equidad: ¿País de Oportunidades o de Oportunistas?

Queridos lectores,

Desde Despierta Tolima, hoy quiero reflexionar con ustedes sobre un tema que sigue resonando en nuestra sociedad: la igualdad. A pesar de los avances legislativos y los esfuerzos gubernamentales por promover la equidad, ¿realmente estamos avanzando hacia una Colombia más justa?

La creación del Ministerio de Igualdad y Equidad, bajo la Ley 2281 de 2023, fue un paso importante en la dirección correcta. Se buscaba cerrar las brechas económicas, políticas y sociales que persisten en nuestro país. Sin embargo, los datos nos muestran una realidad distinta.

Por ejemplo, según cifras del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, en el primer trimestre de este año se registraron más de 45,000 casos de violencia contra la mujer en Colombia. Esto representa un aumento del 12% en comparación con el año anterior. A pesar de los avances legislativos en materia de protección a la mujer, estas cifras muestran que aún queda mucho por hacer para garantizar su seguridad y bienestar.

Además, los informes de organizaciones de derechos humanos revelan que Colombia sigue siendo uno de los países más peligrosos para las personas LGBTIQ+. La discriminación, las agresiones y los asesinatos por motivos de orientación sexual o identidad de género son una triste realidad en nuestro país. Estas estadísticas ponen en evidencia la urgente necesidad de implementar políticas efectivas para proteger a esta comunidad vulnerable.

En cuanto a la administración actual liderada por la vicepresidenta Francia Márquez, las expectativas eran altas. Sin embargo, la realidad nos muestra que aún hay mucho por hacer. La población rural continúa siendo marginada, las comunidades afrodescendientes y otras minorías enfrentan discriminación y violencia, y nuestros niños están expuestos a la explotación y el abuso.

Y para colmo, nos encontramos con el reciente escándalo que involucra al Ministerio de la Igualdad. La consignación indebida de millonarios bonos a sus funcionarios pone en entredicho la integridad de esta institución. Estos errores administrativos minan la confianza en el gobierno y demuestran la necesidad de una mayor transparencia y responsabilidad en la gestión de los recursos públicos.

En resumen, este concepto sigue siendo un objetivo distante en nuestra sociedad. Las acciones deben acompañar a las palabras si queremos avanzar hacia un país más justo y equitativo.

Hace apenas cuatro días, mientras me dirigía a la ciudad de Bogotá, investigué un caso que ilustra vívidamente esta problemática. Conocí a Juan Felipe, un joven bogotano de casi 20 años, cuya vida se ve marginada por la escasez de oportunidades laborales. Sin experiencia y con pocas opciones, se ve obligado a rebuscarse mediante actividades ilegales como el robo. Su caso es solo uno entre muchos que evidencian la urgente necesidad de políticas que generen oportunidades reales para los jóvenes en Colombia.

MIEDO A SER DESCUBIERTA

MIEDO A SER DESCUBIERTA

Defino mi ser entre sombras y luces. He tenido que volver a mí cuantas veces ha sido necesario, pasando por la decepción cuando me siento perdida una vez más, cuando pierdo el foco e incluso cuando olvido cuál es el camino del retorno. Quiero salir de esta incertidumbre y angustia para sentirme más tranquila, más confiada, más yo, y volver a mi centro. Pero siento pánico, porque otra vez me adentro a este cuarto al que llamo sombra.

Me alojo en él como su huésped de honor y me escondo acurrucada y abrazada por la culpa de estar de nuevo en esta situación, sintiendo cómo frente a mí se diluye ese propósito de ser y me embarga la duda, el miedo y la angustia. Sin embargo, estoy  en este cuarto sombrío con ganas de huir de él, pero sin poder hacerlo: me encuentro petrificada.

Estando aquí se enciende una luz que solo apunta a mí, como si fuera la protagonista de una obra teatral. No entiendo lo que sucede, así que corro, le huyo a aquel reflector, siento cómo mi corazón se acelera porque, entre más intento ocultarme, la luz encuentra la manera de volverme a enfocar. En medio del ruido que hago en mi intento de esconderme, percibo que no me encuentro sola, que hay un espectador que, queriendo que lo escuche fuerte y claro, emite un sonido que llega a mí como un eco preguntándome: “¿A qué le temes? ¿Por qué huyes de la luz?”.

“La puerta del cuarto está abierta, ¿por qué no sales?”, insiste. Al oír esto, logro levantarme y soltarme del abrazo de la culpa. Con el alma desnuda me pongo de pie en la tarima del cuarto, como protagonista de esta obra llamada vida –mi vida-, petrificada, sin saber qué responder, pero, con toda la certeza de saber las líneas del libreto,  dejo escapar de mi garganta, con una voz alta y temblorosa: “Miedo a ser descubierta”.

En ese momento todo el cuarto se ilumina y sin ser consciente de mis movimientos, mis manos aplauden sin parar. Mi rostro esboza una expresión de encanto y maravilla.  Comprendo, con algo de asombro, que soy mi público y que soy, además, la que maneja aquella luz, la que siempre esta apuntalándome para que viva y sienta ese protagonismo al que tanto le huyo. 

Ese faro que siempre me acompaña recordándome todos los días la función de esta obra; recordándome que no es miedo a ser descubierta a lo que le huyo, sino, más bien, miedo a descubrirme a mí misma. Comprendo que  ya había sido descubierta por otros, por otras luces que le ponen color a aquel teatro donde presento mi obra, lo que hacía falta era que yo me viera a mí misma como ellos me ven y me iluminan.

Administradora de profesión, soñadora de ocupación, amante de los pensamientos desordenados y creyente de la locura como nueva cordura.