¿Se están perdiendo nuestras tradiciones?

¿Se están perdiendo nuestras tradiciones?

El departamento del Tolima es una de las regiones más importantes y ricas en cultura del territorio colombiano, en donde nuestros abuelos pasaban largas horas contado historias de la mitología, que en muchos casos aterraban a las poblaciones y en otros se convertían en las leyendas que más dejaban enseñanzas para nuestra vida, en cuanto a cómo compórtanos, que no debemos hacer o a donde no debemos ir; pero infortunamente esto se ha olvidado con el pasar de los años.

Quien recuerda en medio del internet, de los video juegos, del avance de la tecnología y del el corre – corre del día a día, al Mohán, la Madre de Agua, la Mohana, la Patasola, la Candileja, el Tunjo, Sombrerón, la Madremonte, y muchas otras deidades del mal, que habitaban la vasta extensión del Tolima grande.

Hemos olvidado nuestras rajaleñas, nuestra tradición oral, los juegos tradicionales, nuestra descendencia, nuestra propia identidad, todo porque ahora nos gustan los extranjerismos y otras costumbres que hemos adoptado simplemente porque nos da pena de lo nuestro, de nuestra herencia raizal.

Dos personajes que marcaron mi vida y de quien aprendí muchas cosas fueron mis abuelos, ellos ya no están a mi lado, porque el ciclo de la vida es así, y a todos nos llegará el día de dejar esta tierra y pasar a formar parte de los buenos o malos recuerdos de quienes rodeamos; aunque en cuerpo no están, aún forman parte de mi vida, y sus historias de vida son eje de la mía.

Secundina Monroy Gualtero (Saturia), ‘La Vieja Satu’ 1926 – 2015, Nació en Tocaima (Cundinamarca), ama de casa, llegó al Tolima desde muy niña, cuando la violencia los hizo abandonar su terruño; vivió su vida llena de rectitud y desbordada de amor a su familia, una mujer llena de tradiciones ancestrales y de carácter bondadoso.

Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’, 1910 – 2011, Nació en Aipe (Huila), zapatero de profesión y maestro de vocación; entre suelas, tapas y remontas, forjó una gran familia, a la cual inculcó siempre el respeto por lo nuestro y por las tradiciones del Tolima Grande.

En memoria de ellos he querido recopilar las historias de la mitología tolimense, que de niño y a luz de una vela me contaron y con las que fui fortaleciendo el sentido de pertenencia y el amor por mi región; espero que estas sean de su agrado, bienvenidos a https://www.noticierodespiertatolima.com

EL MOHÁN O POIRA

EL MOHÁN O POIRA

Esta divinidad se convirtió en la primera riqueza folclórica del Gran Tolima.

El Mohán (también llamado Poira), es la principal figura de  las leyendas mitológicas de las poblaciones ubicadas a la orilla del Río de la gran Magdalena. Los nativos y aborígenes le conocían como ‘El Tigre Mono’.

Este es la deidad más importante en la región del Tolima Grande (Tolima, Huila, Caquetá), contaban los abuelos que es un personaje con apariencia humana pero aterradora por su aspecto monstruoso, con harapos llenos de musgo, su monumental cuerpo está cubierto por un abundante pelaje, es de manos gigantescas con uñas como garras, con las que fácilmente despellejaría un venado en un segundo, de su cabeza cae una abundante cabellera amarilla, como si el sol la protegiera; de su mirada aseguran los ancestros tolimenses, que es de ojos rojizos, brillantes, de donde sale un fuego aterrador y paralizante, su rostro es fuerte, de tez quemada por los rayos solares, de aspecto miedoso. Los que lo han visto aseguran que tiene boca grande, dientes en oro, y aliento a azufre.

Según los ancestros tolimenses que aseguran haberlo visto o haber escuchado de esta deidad, el Mohán es un hombre hipnotizador, enamoradizo, excelente músico, interpreta la flauta, tiple y la guitarra; es un gran jugador, nadie le gana cuando se sienta a compartir los juegos de azar con los campesinos rivereños, a orillas de los ríos del Tolima Grande. Cuando se enamoraba, se llevaba a la mujer más bella de la región, en medio de fuertes risotadas que producen terror y pese a los llamados de las doncellas con gritos, nadie podía hacer nada.

Contaba Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’: “Una vez estábamos bañándonos con mi hermana, la gemela, cuando vimos como el agua del río se empezó a subir, a crecer y hasta se puso como caliente, nosotras éramos muy niñas, teníamos por ahí ocho años, cuando salió como un chorro de agua de la mitad del río y lo vimos ahí parado mirándonos, era muy grande, el sol nos encandelillaba cuando lo mirábamos, porque le pegaba en la cabellera mona; del susto, nos cogimos de la mano y corrimos para la casa”.

Muchos expertos en mitología relatan historias de las hazañas y también de los artificios que utiliza el Mohán para llevarse a las jóvenes hasta sus aposentos, para convertirlas en sus mujeres; dicen que allí solo hay lujos, todo es en oro y piedras preciosas, aunque nadie da su ubicación real. Otros aseguran que son varios los sitios donde El Mohán puede habitar, como en las montañas, peñascos, playas de los ríos, rocas cercanas a quebradas, lagunas y ríos colombianos.

“Cuando llegamos a la casa, mi mamá nos preguntó que por qué veníamos así, asustadas y pálidas, que si habíamos visto al ‘Patas’, y como tartamudas por el miedo le dijimos lo que nos había pasado; ella inmediatamente tomó su camándula, comenzó a rezar el Santo Rosario, abrazada con nosotras, porque el Mohán se lleva a las mujeres más bonitas y nadie las vuelve a ver”, relató la abuela.

En la tierra tolimense, para algunos es una divinidad acuática, para otros es un espíritu maléfico que causa muchos daños imperdonables, por esta razón en algunas regiones lo conocen como el ‘Muán’ de los infiernos. Otros más supersticiosos aseguran que las  inundaciones, terremotos, pestes para la región, son motivadas por la deidad cuando se encuentra aburrido.

Los abuelos que habitan el sur tolimense cuentan un sinnúmero de historias que involucran a El Mohán; dicen que lo observaban constantemente en las quebradas, moyas y lagunas de Natagaima, Prado y Coyaima. También hacia sus apariciones en las riberas de los ríos Patá y Saldaña; otros canosos aseguran haberlo visto por el sector de Hilarco, en límite con Purificación, además del Espinal.

Bernardo Sánchez, El ‘Maestro Berna’, un hombre oriundo de Aipe, (Huila), antes de llegar a su centenar de años, contaba sus historias mitológicas: “Mi abuela me decía que ella lo había visto cuando iba a lavar al rio, que era un hombre grande ‘Mono’,  y que le decían que si lo veía corriera porque era andariego, aventurero, travieso, brujo, y hasta libertino”.

El maestro Berna, quien pasó su vida, en medio de suelas, tacones, tachuelas y puntillas, tenía una memoria prodigiosa y contaba las historias del Tolima Grande, unas vividas, otras escuchadas, y otras quizás serían hasta inventadas, pero se le creía todo lo que relataba. Decía el Abuelo: “a El Mohán, le gustaba jugar con los pescadores, les hacía hundir sus canoas, también les hacía perder las mejores pescas, le robaba las carnadas, también les enredaba los anzuelos y las redes; pero si se hacían amigos del ‘Mono’ también les ayudaba; unos buenos tabacos dejados a la orilla del río, para que el dueño de las aguas les ayude con la pesca, sirve bastante”.

Inmediatamente y luego de persignarse interpela doña Saturia: “El Mohán también castiga a los hombres que no van a la santa misa cada domingo, y a los que trabajan durante el día que es consagrado para alabar a Dios. Mi mamá contaba que vive a la orilla del rio, en una caverna, es como si fuera un palacio, está lleno de piedras preciosas y oro, muchos mineros se han perdido tras salir a buscar tales tesoros, y otros aventureros que se arriesgaban a rescatar a las bellas doncellas que el Mohán tenía como sus esposas, con quienes jugaba y sacaba a la playa en noches de luna, también se perdieron”.

Bernardo Sánchez, agrega al relato de doña Saturia: “Él es vanidoso, se la pasa  fumando tabaco, peinándose su larga y mona cabellera, mientras cuida sus predios y sus tesoros”.

En el norte tolimense algunos investigadores de la mitología colombiana aseguran que moradores de Guataquicito y Honda tienen una imagen diferente del rey de las aguas, que allí lo han visto como un hombre de baja estatura, muy amigable, charlatán, enamoradizo, de ojos encantadores y que salía al centro a hacer mercado y también en las noches calurosas rumbeaba y tomaba trago en las cantinas de los pueblos rivereños; al amanecer salía hacia su morada sin que nadie se percatara de su destino.

También son enfáticos al afirmar que los han visto charlando con los bogas, tocando tiple, cantando, fumando tabaco, y arreglando atarrayas, en Arrancaplumas, Chimbimbe, Mojabobos, Bocas de Río Recio, Caracolí, Méndez y Guamo. Algunos pescadores afirman que lo han visto en noches de tempestad, pescando y riendo a carcajadas, incluso aseguran que les ayuda con la pesca.

En toda la mitología colombiana y en estudios realizados con habitantes de las riveras de los ríos del país, aseguran que también existe ‘La Mohana’, quien al parecer es una bella mujer de cabellera mona hasta la parte baja de la espalda, con grandes atributos físicos. Ella no hace travesuras, no es feroz, lo único que hace es llevar a los hombres bien parecidos y musculosos para convertirlos en sus esposos, en una cueva tenebrosa de donde nunca pueden salir. Esta bella mujer sería una deidad independiente al Mohán y no sería su esposa.

EL ÁNIMA SOLA

EL ÁNIMA SOLA

Bernardo Sánchez, ‘El ‘Maestro Berna’ relata: “a esta si le tengo miedo y no es porque sea mala, sino porque nosotros los seres humanos nos volvemos olvidadizos e incumplidos luego de recibir un favor; ahí es cuando ella aparece y válganos Dios mío, el tormento que le hace vivir a uno. Uno le pide un favor a las Benditas Ánimas del Purgatorio y ellas se lo conceden todo, a cambio de ponerles unas velitas como pago por el favor recibido; y vaya uno y no lo haga, llega el Ánima Sola a recordarle a uno su falta. Aunque es una mujer bella de larga cabellera y rostro apacible, cuando se enfurece, lo atormenta a uno en la cabeza, y tira las acosas que encuentre en la casa, hasta que uno cumpla”.

Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’, cuenta: “Yo recuerdo una historia que le sucedió a una de mis hijas que vivía en Bogotá, en el barrio la Serafina; el esposo de ella manejaba un bus de esos grandes, con el cual recorría toda Colombia, y ella muy dedicada a su hogar, católica como todos nosotros, era muy devota a las Benditas Ánimas del Purgatorio, y todos los días les ponía su velita y les oraba. Una vez tuvo que salir al médico y cuando regresó a su casa, había mucha gente afuera y hasta la policía había llegado para ver como los ladrones le habían quitado la chapa a la puerta, pero nunca pudieron entrar, porque no la pudieron abrir; los vecinos decían que adentro se escuchaba que estaba lleno de gente, cuando la verdad no había nadie, eso fueron ellas que le protegieron la casita y sus cositas, mientras ella hacia su diligencia”

Este es uno de los más espeluznantes espantos del que se tenga noticias, tiene como finalidad el hacer daño por efecto psíquico u otros medios de manipulación de terceros, el Anima Sola se presenta en forma de mujer de largos cabellos y atractivo rostro y tiene la finalidad de cobrar las velas de las Animas Benditas, pues en estos pueblos la gente acostumbra a pedir favores a las Ánimas y estas casi siempre le conceden los favores a cambio de que se tengan prendidas cierta cantidad de velas durante un tiempo antes prometido; de no cumplirse con esta contra prestación de los devotos, hace su entrada el Anima Sola, para recordar la deuda de una manera tenebrosa.

     En Guatire, sector las Flores del Ingenio, se cuenta que una señora devota de las ánimas, en una ocasión olvidó prender la prometida vela en pago de favores de éstas. Esa noche tocaron a su puerta y resultó ser una amiga de la cual tenía tiempo que no veía; para su desdicha e ingenuidad, la invitó a pasar al momento y una vez dentro, la visita se convirtió en un celaje que recorrió -cual inmensa sombra negra- toda la sala, tomando a su víctima por los cabellos en repetidas ocasiones, causándole grandes moretones. La señora aterrada, se arrastró como pudo hasta el altar y prendió temblorosa un cabito de vela a la vez que pedía perdón por el olvidó; al rato la gran sombra abandonó la casa, dejando privada a la olvidadiza señora, quien desde entonces prende a diario gran cantidad de velas, aunque no haya pedido un favor nunca más, ni dejado pasar a su casa visita alguna.

LA MULA DE RAFLES

LA MULA DE RAFLES

Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’, cuenta: “este espanto recorre todas las montañas de la cordillera central colombiana; es un hombre cuya apariencia se asemeja a la de un hombre del campo, siempre va en su cabalgadura y recorre a paso lento cualquier municipio”.

“Los campesinos dedicados a las labores del agro, aseguran que cuando escuchan cascos que se movilizan muy lento, saben que La Mula de Rafles está muy cerca, y señalan que cuando este espanto está en la zona, trae consigo tempestades, vendavales, muerte de las bestias y de los animales de granja; otros dicen que incluso la cosecha se pudre dentro de los costales cuando las llevan al mercado”, añade Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

“Eso cuando lo ven de frente se dan cuenta de que es una calavera, a la que le salen gusanos de los ojos y rastrilla los dientes de forma diabólica porque lanza candela; si van en bestia pueden huir del sitio, pero sino, los caminantes pierden la conciencia por varias horas y quedan tirados en la vera del camino”, finaliza Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.

LA MADRE DE AGUA

LA MADRE DE AGUA

Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’, inicia su relato: “mi abuelo me contó que hace mucho tiempo, una bella doncella española se enamoró de un aborigen que su padre tenía como esclavo, al cual maltrato casi hasta la muerte, pero la joven lo ayudo a escapar y se fue con él a formar su hogar, porque estaba profundamente enamorada”.

“Ella era de piel blanca, una bella cabellera dorada como el sol y de ojos azul profundos, hija única de un español que llegó para conquistar y llevar los tesoros encontrados en la tierra aborigen, a la corona de su rey. Era un hombre muy malo, incluso muchos decían que no tenía corazón”, agrega Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.

“Luego que la pareja lograra evadirse del yugo del malévolo capitán, se instaló en una reserva indígena, donde les ayudaron a construir su rancho y a cultivar la tierra. De ese eterno amor nació un bello niño que era la adoración de sus padres y la de todos los integrantes de la comunidad, en la cual vivía una aborigen quien estuvo toda la vida la vida enamorada del apuesto indígena, y en represalia porque este nunca le correspondió ese amor, fue y buscó al capitán y le dijo donde los encontraría y que tenían un hijo. El español lleno de ira, se dirigió con un destacamento de hombres y con sus propias manos ahogó al bebe, a la vista de sus padres, mientras le decía nunca serás de mi familia y no dañaras mi descendencia, mientras los hombres del ejército español degollaron al indígena”, añade Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

“Cuando todos se fueron y la bella mujer fue liberada por los indígenas, desesperada se lanzó a las corrientosas aguas en busca de su bebe, pero también se ahogó. Tiene los pies al revés, por eso quienes siguen sus huellas, siempre se alejan de ella; a lo lejos se escucha una canción de cuna con la cual la Madre de Agua arrulla al bebe y lo busca por el rio. También dicen que cuando el desespero la atormenta, enloda las corrientes de agua, crea inundaciones, y empiezan a expeler un fuerte olor a podredumbre, que espanta a los rivereños”, finaliza Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.

EL GUANDO

EL GUANDO

Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’, relata: “muchos asocian al Guando con el Fraile o el Cura sin Cabeza, porque dicen que este va a buscarlo para brindarle cristiana sepultura pero nunca lo encuentra, por eso los dos deambulan en este plano sin tener una paz eterna”.

“El Guando es un cortejo fúnebre que camina por las llanuras; dicen que anda al son de diferentes ritmos musicales, entre los que se destacan más los bundes o llamados. Estos son acompañados de fiesta, comida y trago; también dicen que hasta el sitio donde esté el difunto, llegan otras deidades del mal, como la Llorona, el Mohán, y brujas. Es una imagen que aterroriza hasta al más católico de los seres humanos”, añade Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

“Muchos dicen que una de las señales que caracterizan esta aparición es escuchar las crías de la aves de corral ‘Piar’, desenfrenadamente, y luego aparece una mujer por cualquier camino con una escoba barriendo y esparciendo incienso por donde cruzara el cortejo fúnebre, el cual lo llevan otros espantos de menor poder, pero a los que les gustan las juergas”, finaliza Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.