Un ejemplo de icono

Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’ dice: “esta leyenda es de las menos conocidas en el territorio tolimense, porque su zona de acción es en la zona montañosa, la cordillera tolimense se estremece cuando aparece este espanto oriundo del Tolima”.  

“Reza la  historia que existía un hombre de mediana edad y quien vivía en época de la colonia, en un lugar alejado de cualquier rastro de civilización,  era ermitaño, alejado también de la mano de Dios; su mayor afición era el salir a cazar, muchas veces sólo por regodearse al ver a los animales del monte sufrir hasta morir, luego los tomaba y los llevaba hasta su hogar para su alimentación. Otros aseguran que él si tenía familia y que los animales que cazaba, los vendía o cambiaba para llevar el alimento a su hogar”, relata Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’, cuenta: “como son muchas las historias que se cuentan frente a este personaje, dicen que a pesar de no ser muy allegado al seno de Dios, para una semana santa el hombre dejó su cabaña en lo alto de la montaña, se fue caminando muy lento y en medio de los murmullos de los pobladores, ingresó a la capilla dispuesta para el ‘Sermón de las Siete Palabras’; en la primera banca quedó él solo, nadie quería estar cerca al pecador asesino de los animales que Dios regalaba para adornar la montaña”.

“Cuando todos los asistentes al acto litúrgico estaban sumidos en la oración y expiando sus culpas, el hombre levantó su mirada y observó por la ventana a un cervatillo, muy hermoso, y acto seguido el singular hombre tomó su escopeta, llamó a su perro y salieron de la capilla; sin mediar palabra, el hombre corrió detrás del animal, el cual huyó hasta una laguna, allí se paró y miro fijamente a su victimario. Todos los lugareños observaban en silencio la escena, el hombre disparó pero no le atinó, el animal corrió y el cazador fue detrás de él hasta que se perdieron de la vista de los feligreses”, continuó el relató Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’, agrega: “decían los abuelos que desde ese viernes santo, se escuchan disparos en la montaña, pero no se ve a nadie por esa zona; también que esa ‘tentación del más allá’, condenó al hombre a perseguir al cervatillo por toda la eternidad, sin nunca lograr su cometido. Al parecer la espesura de bosque se lo comió, porque nadie más lo volvió a ver, la montaña donde vivía lo devoró y su castigo es vagar por el mundo tratando de cazar al venado”.