Un ejemplo de icono

Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’, relata: “es el espanto más feroz de toda la mitología colombiana, a este si lo conocen en todo el país, es una trilogía infernal, la cual es la representación más fuerte del bajo mundo. Es el rey de reyes del mal y todos le deben respeto a él, porque es considerado el príncipe de la tinieblas”.

“Muchos colombianos lo asemejan como un hombre mitad humano, pero con cascos de cabra; otros dicen que puede asemejarse a una bestia de carga, con grandes brazos velludos, cuernos en su cabeza, ojos hipnotizantes, voz de ultratumba y olor a azufre”, agrega Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.

“Dicen que una vez se apareció acá en Ibagué, en uno de los bailaderos más reconocidos para esa época; hablo de los años cuarenta, cuando los tablados era tan populares que todos comprábamos ropa y nos íbamos de estrene a tupirle a la danza. Estaba de moda la canción ‘El Ron de Vinola’,  y dicen los que allí estaban, que el Mandigas vino a bailar con una mujer y estaban totalmente viringos, y que pedían esa canción tantas veces, que muchos se cansaron y se sentaron a observar a la peculiar pareja. Eso fue en las fiestas del barrio Baltazar y hasta el obispo puso el grito en el cielo y en plena misa ordenó no volver a bailar o escuchar esa canción”, dice Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

“Otra vez dijeron que el Mandingas volvió a Ibagué, fue cincuenta años después de su festejo en el barrio Baltazar; en esta ocasión llegó a una discoteca, la más popular para ese momento, ‘Abadía’, en donde el príncipe de las tinieblas ya no gozaba con ‘El Ron de Vinola’,  sino con la música de la época y cuando bailaba con una bella mujer, le dijo “No me mire los pies”, pero como humanos, siempre hacemos lo que nos prohíben, y ella miro los pies de su apuesto parejo y al ver que eran unos cascos, enloqueció inmediatamente. Del hombre nadie dio razón, porque se esfumó en medio de los gritos de la mujer”, dice Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.

“Una vecina del barrio Viveros en Ibagué, me contó que en el corregimiento de Gualanday, siendo niña, estaba con unas primas y llegó un perro negro, con ojos como fuego, ellas quedaron petrificadas cuando lo vieron y el animal comenzó a dar volantines como queriendo meter su cabeza entre el rabo y de un momento a otro se desapareció; por muchos años las niñas contaron su historia y nadie les creía, solo el cura que fue hasta la casa, en donde hizo varias oraciones y luego esparció agua bendita. Al animal nunca lo volvieron ver”, añade Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’, finaliza: “a muchos niños los asustaban diciéndoles que si se portaban mal, el Mandingas se los llevaba para el infierno, pero creo que esto nunca pasó”.