Un ejemplo de icono

Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’, inicia su relato: “mi abuelo me contó que hace mucho tiempo, una bella doncella española se enamoró de un aborigen que su padre tenía como esclavo, al cual maltrato casi hasta la muerte, pero la joven lo ayudo a escapar y se fue con él a formar su hogar, porque estaba profundamente enamorada”.

“Ella era de piel blanca, una bella cabellera dorada como el sol y de ojos azul profundos, hija única de un español que llegó para conquistar y llevar los tesoros encontrados en la tierra aborigen, a la corona de su rey. Era un hombre muy malo, incluso muchos decían que no tenía corazón”, agrega Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.

“Luego que la pareja lograra evadirse del yugo del malévolo capitán, se instaló en una reserva indígena, donde les ayudaron a construir su rancho y a cultivar la tierra. De ese eterno amor nació un bello niño que era la adoración de sus padres y la de todos los integrantes de la comunidad, en la cual vivía una aborigen quien estuvo toda la vida la vida enamorada del apuesto indígena, y en represalia porque este nunca le correspondió ese amor, fue y buscó al capitán y le dijo donde los encontraría y que tenían un hijo. El español lleno de ira, se dirigió con un destacamento de hombres y con sus propias manos ahogó al bebe, a la vista de sus padres, mientras le decía nunca serás de mi familia y no dañaras mi descendencia, mientras los hombres del ejército español degollaron al indígena”, añade Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

“Cuando todos se fueron y la bella mujer fue liberada por los indígenas, desesperada se lanzó a las corrientosas aguas en busca de su bebe, pero también se ahogó. Tiene los pies al revés, por eso quienes siguen sus huellas, siempre se alejan de ella; a lo lejos se escucha una canción de cuna con la cual la Madre de Agua arrulla al bebe y lo busca por el rio. También dicen que cuando el desespero la atormenta, enloda las corrientes de agua, crea inundaciones, y empiezan a expeler un fuerte olor a podredumbre, que espanta a los rivereños”, finaliza Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.