MITOS y

LEYENDAS

Nuestra Tradición Oral

El departamento del Tolima es una de las regiones más importantes y ricas en cultura del territorio colombiano, según nuestra tradición oral, nuestros abuelos transmitieron de generación a generación, la cultura de nuestra raza, Pijao llena de canciones, leyendas, mitos, conjuros, cuentos, adivinanzas, refranes, oraciones, y lo mas importante el amor por nuestra tierra.

¿Se están perdiendo nuestras tradiciones?

El departamento del Tolima es una de las regiones más importantes y ricas en cultura del territorio colombiano, en donde nuestros abuelos pasaban largas horas contado historias de la mitología, que en muchos casos aterraban a las poblaciones y en otros se convertían en las leyendas que más dejaban enseñanzas para nuestra vida, en cuanto a cómo compórtanos, que no debemos hacer o a donde no debemos ir; pero infortunadamente esto se ha olvidado con el pasar de los años.

Quien recuerda en medio del internet, de los video juegos, del avance de la tecnología y del el corre – corre del día a día, al Mohán, la Madre de Agua, la Mohana, la Patasola, la Candileja, el Tunjo, Sombrerón, la Madremonte, y muchas otras deidades del mal, que habitaban la vasta extensión del Tolima grande. 

Hemos olvidado nuestras rajaleñas, nuestra tradición oral, los juegos tradicionales, nuestra descendencia, nuestra propia identidad, todo porque ahora nos gustan los extranjerismos y otras costumbres que hemos adoptado simplemente porque nos da pena de lo nuestro, de nuestra herencia raizal.

Dos personajes que marcaron mi vida y de quien aprendí muchas cosas fueron mis abuelos, ellos ya no están a mi lado, porque el ciclo de la vida es así, y a todos nos llegará el día de dejar esta tierra y pasar a formar parte de los buenos o malos recuerdos de quienes rodeamos; aunque en cuerpo no están, aún forman parte de mi vida, y sus historias de vida son eje de la mía.

Secundina Monroy Gualtero (Saturia), ‘La Vieja Satu’ 1926 – 2015, Nació en Tocaima (Cundinamarca), ama de casa, llegó al Tolima desde muy niña, cuando la violencia los hizo abandonar su terruño; vivió su vida llena de rectitud y desbordada de amor a su familia, una mujer llena de tradiciones ancestrales y de carácter bondadoso.

Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’, 1910 – 2011, Nació en Aipe (Huila), zapatero de profesión y maestro de vocación; entre suelas, tapas y remontas, forjó una gran familia, a la cual inculcó siempre el respeto por lo nuestro y por las tradiciones del Tolima Grande.

En memoria de ellos he querido recopilar las historias de la mitología tolimense, que de niño y a luz de una vela me contaron y con las que fui fortaleciendo el sentido de pertenencia y el amor por mi región; espero que estas sean de su agrado, bienvenidos a https://www.noticierodespiertatolima.com

EL MOHÁN O POIRA

Esta divinidad se convirtió en la primera riqueza folclórica del Gran Tolima.

El Mohán (también llamado Poira), es la principal figura de  las leyendas mitológicas de las poblaciones ubicadas a la orilla del Río de la gran Magdalena. Los nativos y aborígenes le conocían como ‘El Tigre Mono’.

Este es la deidad más importante en la región del Tolima Grande (Tolima, Huila, Caquetá), contaban los abuelos que es un personaje con apariencia humana pero aterradora por su aspecto monstruoso, con harapos llenos de musgo, su monumental cuerpo está cubierto por un abundante pelaje, es de manos gigantescas con uñas como garras, con las que fácilmente despellejaría un venado en un segundo, de su cabeza cae una abundante cabellera amarilla, como si el sol la protegiera; de su mirada aseguran los ancestros tolimenses, que es de ojos rojizos, brillantes, de donde sale un fuego aterrador y paralizante, su rostro es fuerte, de tez quemada por los rayos solares, de aspecto miedoso. Los que lo han visto aseguran que tiene boca grande, dientes en oro, y aliento a azufre.

Según los ancestros tolimenses que aseguran haberlo visto o haber escuchado de esta deidad, el Mohán es un hombre hipnotizador, enamoradizo, excelente músico, interpreta la flauta, tiple y la guitarra; es un gran jugador, nadie le gana cuando se sienta a compartir los juegos de azar con los campesinos rivereños, a orillas de los ríos del Tolima Grande. Cuando se enamoraba, se llevaba a la mujer más bella de la región, en medio de fuertes risotadas que producen terror y pese a los llamados de las doncellas con gritos, nadie podía hacer nada.

Contaba Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’: “Una vez estábamos bañándonos con mi hermana, la gemela, cuando vimos como el agua del río se empezó a subir, a crecer y hasta se puso como caliente, nosotras éramos muy niñas, teníamos por ahí ocho años, cuando salió como un chorro de agua de la mitad del río y lo vimos ahí parado mirándonos, era muy grande, el sol nos encandelillaba cuando lo mirábamos, porque le pegaba en la cabellera mona; del susto, nos cogimos de la mano y corrimos para la casa”.

Muchos expertos en mitología relatan historias de las hazañas y también de los artificios que utiliza el Mohán para llevarse a las jóvenes hasta sus aposentos, para convertirlas en sus mujeres; dicen que allí solo hay lujos, todo es en oro y piedras preciosas, aunque nadie da su ubicación real. Otros aseguran que son varios los sitios donde El Mohán puede habitar, como en las montañas, peñascos, playas de los ríos, rocas cercanas a quebradas, lagunas y ríos colombianos.

“Cuando llegamos a la casa, mi mamá nos preguntó que por qué veníamos así, asustadas y pálidas, que si habíamos visto al ‘Patas’, y como tartamudas por el miedo le dijimos lo que nos había pasado; ella inmediatamente tomó su camándula, comenzó a rezar el Santo Rosario, abrazada con nosotras, porque el Mohán se lleva a las mujeres más bonitas y nadie las vuelve a ver”, relató la abuela.

En la tierra tolimense, para algunos es una divinidad acuática, para otros es un espíritu maléfico que causa muchos daños imperdonables, por esta razón en algunas regiones lo conocen como el ‘Muán’ de los infiernos. Otros más supersticiosos aseguran que las  inundaciones, terremotos, pestes para la región, son motivadas por la deidad cuando se encuentra aburrido.

Los abuelos que habitan el sur tolimense cuentan un sinnúmero de historias que involucran a El Mohán; dicen que lo observaban constantemente en las quebradas, moyas y lagunas de Natagaima, Prado y Coyaima. También hacia sus apariciones en las riberas de los ríos Patá y Saldaña; otros canosos aseguran haberlo visto por el sector de Hilarco, en límite con Purificación, además del Espinal.

Bernardo Sánchez, El ‘Maestro Berna’, un hombre oriundo de Aipe, (Huila), antes de llegar a su centenar de años, contaba sus historias mitológicas: “Mi abuela me decía que ella lo había visto cuando iba a lavar al rio, que era un hombre grande ‘Mono’,  y que le decían que si lo veía corriera porque era andariego, aventurero, travieso, brujo, y hasta libertino”.

El maestro Berna, quien pasó su vida, en medio de suelas, tacones, tachuelas y puntillas, tenía una memoria prodigiosa y contaba las historias del Tolima Grande, unas vividas, otras escuchadas, y otras quizás serían hasta inventadas, pero se le creía todo lo que relataba. Decía el Abuelo: “a El Mohán, le gustaba jugar con los pescadores, les hacía hundir sus canoas, también les hacía perder las mejores pescas, le robaba las carnadas, también les enredaba los anzuelos y las redes; pero si se hacían amigos del ‘Mono’ también les ayudaba; unos buenos tabacos dejados a la orilla del río, para que el dueño de las aguas les ayude con la pesca, sirve bastante”.

Inmediatamente y luego de persignarse interpela doña Saturia: “El Mohán también castiga a los hombres que no van a la santa misa cada domingo, y a los que trabajan durante el día que es consagrado para alabar a Dios. Mi mamá contaba que vive a la orilla del rio, en una caverna, es como si fuera un palacio, está lleno de piedras preciosas y oro, muchos mineros se han perdido tras salir a buscar tales tesoros, y otros aventureros que se arriesgaban a rescatar a las bellas doncellas que el Mohán tenía como sus esposas, con quienes jugaba y sacaba a la playa en noches de luna, también se perdieron”.

Bernardo Sánchez, agrega al relato de doña Saturia: “Él es vanidoso, se la pasa  fumando tabaco, peinándose su larga y mona cabellera, mientras cuida sus predios y sus tesoros”.

En el norte tolimense algunos investigadores de la mitología colombiana aseguran que moradores de Guataquicito y Honda tienen una imagen diferente del rey de las aguas, que allí lo han visto como un hombre de baja estatura, muy amigable, charlatán, enamoradizo, de ojos encantadores y que salía al centro a hacer mercado y también en las noches calurosas rumbeaba y tomaba trago en las cantinas de los pueblos rivereños; al amanecer salía hacia su morada sin que nadie se percatara de su destino.

También son enfáticos al afirmar que los han visto charlando con los bogas, tocando tiple, cantando, fumando tabaco, y arreglando atarrayas, en Arrancaplumas, Chimbimbe, Mojabobos, Bocas de Río Recio, Caracolí, Méndez y Guamo. Algunos pescadores afirman que lo han visto en noches de tempestad, pescando y riendo a carcajadas, incluso aseguran que les ayuda con la pesca.

En toda la mitología colombiana y en estudios realizados con habitantes de las riveras de los ríos del país, aseguran que también existe ‘La Mohana’, quien al parecer es una bella mujer de cabellera mona hasta la parte baja de la espalda, con grandes atributos físicos. Ella no hace travesuras, no es feroz, lo único que hace es llevar a los hombres bien parecidos y musculosos para convertirlos en sus esposos, en una cueva tenebrosa de donde nunca pueden salir. Esta bella mujer sería una deidad independiente al Mohán y no sería su esposa.

LA MADREMONTE

“De esta si no me gusta acordarme, porque decía mi hermana que a mí me encontraron cuando era muy niña en el nido de la Madremonte, en un sitio lleno de maraña, yo estaba desnuda y llorando, eso fue lo que ayudo a que mis papas y los que me buscaban me pudieran encontrar rápido”, asegura Secundina Monroy Gualtero, ‘la Vieja Satu’.

Bernardo Sánchez, El ‘Maestro Berna’, empieza su relato sobre este espanto: “La Madremonte es una mujer a la que le gusta acicalarse en los nacimientos de los ríos;   pero esto, según decían mis abuelos, ocasionaba que las aguas se desbordaran causando tragedias, como inundaciones, perdidas de ganado, pérdida de vidas, desaparición de niños y niñas, lluvias intensas en toda la región. Ellos ya sabían que la Madremonte se estaba bañando, cuando el color del agua cambiaba y el día se tornaba frio”.

‘La Vieja Satu’ agrega: “dicen que muchos hombres infieles que se perdieron en el Tolima Grande, se los llevó la Madremonte, porque ella odia a todos esos que andan en malos pasos, por vagabundos, los hace caminar como bestias hasta una montaña que se ve muy cerca pero que en realidad está muy lejos, a donde solo se puede ingresar cortando la maraña y los arbustos de grandes espinas, con las que fácilmente pueden perder la vida al caer en ellas”.

“A mi me contó un amigo que logró salir de las fauces de la bestia, que él sintió mucho mareo, ganas de trasbocar y mucho sueño, por el trabajo de haber tumbado a punta de machete todos los juncos que le impedían el paso y abrirse camino para seguir a la bella mujer, que lo llamaba con una melodiosa voz pero que nunca logró ver. Luego de varias horas de trabajo se acostó a dormir y cuando despertó después de varias horas, se vio envuelto en rastrojo y perdido, porque el camino que había labrado ya no estaba, la Madremonte se lo había borrado”, relata el ‘Maestro Berna’.

Aseguran campesinos del Tolima Grande, que esta deidad del mal, maldice al ganado y a las cosechas con plagas y sequía.

‘La vieja Satu’ enfatiza: “En las noches se escuchan ruidos como de tigre y luego aullidos como un lobo, gritos en noches oscuras,  por eso se sabe que la Madremonte está nadando cerca; por eso cuando los trabajadores tienen que salir a caminar por sitios que producen miedo, o con bastantes árboles, saben que deben llevar escapularios bendecidos, medallas con agua bendita, bastones de cordoncillo o guayacán, deben fumar tabaco y llevar haba de San Ignacio,  o cabalanoga”.

“Los hombres que han podido regresar de su infortunado encuentro con la Madremonte, aseguran que es una mujer grande, de bellos atributos físicos, se viste con hojas y ramas verdes frescas, con un sombrero con flores y plumas sugestivas de aves exóticas, es una mujer muy elegante a la cual no se le puede ver el rostro por su frondosa cabellera”, agrega el ‘Maestro Berna’.

Aseguran los expertos en mitología, que en las noches de borrasca aparece en la vera de los caminos, para llevarse a los infieles, también enfatizan que nunca la han visto en sitios abiertos o caminos veredales frecuentados; vive lejos de los cascos urbanos, en medio de la maraña protegida por las fieras del monte.

LAS BRUJAS

Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’ relata: “en el barrio Viveros de Ibagué, dicen que el caucho que está sembrado en el parque desde hace más de 80 años fue puesto allí por las brujas; dicen que estas llegan allí a conversar en la ramas, que allá se suben a mirar que cosas malas van a hacer. Incluso unas vecinas dicen que otras vecinas son brujas y se reúnen allá”.

“Una vez cayo un aguacero durísimo y nos tocó con don Bernardo levantarnos, porque el patio se nos había inundado, y hasta ‘Kin’, el perro que teníamos, aullaba y nos hacía dar como miedo, no sabíamos que le pasaba; al fin logramos destapar los sifones, hicimos café y como ya eran como las cuatro de la mañana y se acercaba la hora de levantarnos, nos pusimos a mirar por la ventana hacia la calle, y en la verja vimos algo que parecía como una ‘Gallina’, o una ‘Pava’, pero calva, cabezona, y el pico si era feo. Nos dijimos con Bernardo, entrémosla porque será de alguna vecina, y la empezamos a llamar, Coto, coto, Coto, coto, Coto (vocifera la abuela, como llamado a una gallina), el avechucho ese se corrió un poquito y se desapareció”, enfatiza Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.

Claro que desde que le hicieron el altar al Divino Niño allí, como que no volvieron, porque nadie ha vuelto a decir nada de las brujas en Viveros, puntualiza Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

“Las brujas tolimenses son diferentes a como las hemos visto en las películas, no vuelan en escobas, ni hacen conjuros, no les faltan dientes, las de acá son todo lo contrario, muy bellas y llamativas, enamoran a todos los hombres con su despampanante cuerpo y en las noches se convierten en pavas y así vuelan por todos los municipios del Tolima”, agrega Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.

“Dicen que viven lejos de los poblados, en los sitio donde casi no hay árboles, más bien como sitios despejados, que son las consortes de Satanás y con él tienen pactos para poder hacer sus maldades, y que en las noches se reúnen con él para rendirle cuentas de todo lo que hacen”, enfatiza Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’, finaliza su relató señalando: “muchas vecinas dicen que ellas (las brujas o pavas) son la encargadas de hacer males en los hogares, que a las chismosas las acechan, y que para poder descubrirlas hay que dejar azúcar en los pórticos de las casas y así cuando ellas llegan, se ponen a recogerla grano por grano y allí les da el amanecer y quedan convertidas otra vez en humanas, dejando en evidencia su identidad ante todo el pueblo”.

EL TUNJO

Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’, cuenta en esta historia: “esta deidad es la más deseada en las mitologías en el Tolima, porque dicen los han visto al Tunjo, que quien le dé amor y protección, tendrá fortuna. En cambio, quien no lo cuide se llevará un susto que jamás olvidara en toda la vida, cada vez que llore un bebé”.

“Es un bebé de oro, que se aparece a la vera del camino a los caminantes errantes, que toman la noche como su compañera de viaje. Cuando van por las zonas más desoladas y oscuras, se escucha el llanto de un bebe, y quien se baje de su cabalgadura y lo consienta, tendrá fortuna por el resto de la vida y serán muy reconocido en toda su comunidad”, agrega Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’, interpela: “muchos creen que el Tunjo, viene de los aborígenes, porque podría ser una imagen fantasmal de las ofrendas que entregaban a los dioses y que fueron robadas por los españoles; al parecer una de estas ofrendas quedó tirada en el bosque”.

El Tunjo es un muñeco de oro, solo asusta a la personas que lo toman como un juego y que solo buscan la riqueza que él les puede brindar y se olvidan de que lo tienen que consentir y cuidar como si fuera un bebe de verdad”, enfatiza Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

“Muchos, por no decir todos, los que pueden o pudieron ser escogidos por el Tunjo deben pasar una prueba y si la pasan gozan de las bondades y las riquezas que le proporcionará; de los contrario recibirán su castigo o se llevaran una buen susto. La única forma de espantar al Tunjo es correr muy rápido e ir rezando”, finaliza Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’

LA CANDILEJA

Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’, relata: “esta historia es de una abuela muy alcahueta con sus nietos, ella les permitía hacer todo lo que quisieran hacer sus bellos nietos. Me contó mi abuela que ella hasta permitía que sus nietos la cogieran como bestia de carga y hasta la montaban y le daban rejo cuando esta caminaba muy lento, y ella nunca les refutaba nada para que los angelitos fueran felices”.

“Es un mito del Tolima Grande, aunque también existen historias de apariciones que hace en los llano orientales. Dicen los que la han visto, que es una bola de fuego que se mueve con gran rapidez y hace mucho ruido cuando se está acercando; esto le pone la piel de gallina al más osado de los campesinos”, agrega Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

“Esta si produce mucho espanto porque se mete a las casas, tiene varios brazos como si fuera un pulpo y lanza llamas que pareciera que vienen del mismo infierno. Le gusta posarse en lo más alto de los árboles y desde allí observa a todos los caminantes para poder caer sobre el lomo de las bestias y así hacerlos caer de su cabalgadura”, enfatiza Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.

Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’, interpela: “decía mi abuelo que la condescendiente abuela, murió calcinada en su rancho y al llegar al cielo, el mismo San Pedro, guardia de las llaves de la casa de Dios, la condenó a vagar por el mundo como una bola de fuego de tres brazos, que son uno representándola a ella y los otros dos a sus nietos, que la ultrajaron hasta morir. Claro que existe otra historia, en la cual aseguran que ella fue abusada por varios viajeros y por esa razón persigue a los caminantes y sobre todo a los que van a caballo”.

“Algunos jóvenes para divertirse la invocaban con oraciones, y cuando esta aparecía, la adrenalina era tan fuerte que muchos hasta perdían el conocimiento y debían llevarlos hasta la iglesia para que el cura del pueblo los ayudara a alejar al engendro del demonio, mientras sus compañeros de aventura debían desenvainar sus machetes y rozarlos contra las piedras para que botaran chispas y así poder ahuyentarla. También le dicen groserías y así en medio de murmullos y ronroneos se aleja ”, dice Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.

“Esta deidad persigue a los hombres enamoradizos e infieles, siempre los ataca de sorpresa; dicen algunos que los rasguña y estas heridas jamás cicatrizan y quedan como si se hubieran quemado con carbones encendidos. Muchos creen que rezar o lanzarle agua bendita es la solución, pero en realidad esto la hace crecer más y tomar más poder”, cuenta Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

LA MUELONA

Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’, cuenta: “esta es una mujer muy hermosa, rasgos de una reina, ojos penetrantes, pero tiene dientes de fiera, como si fuera la dentadura de un león, fácilmente puede partir en dos a cualquier persona y expide un olor nauseabundo; además dicen que cuando el ganado aparecía con mordidas salvajes, era porque La Muelona había estado en la zona y estaba hambrienta, por lo que la gente se acostaba temprano para evitar encontrársela y perder la vida”.

“Lo más peligroso al estar en los caminos, es cuando comienza a anochecer, a eso de las seis de la tarde, hasta cuando la luna está en su pleno esplendor, ósea como a las nueve de la noche, pues dicen que se escuchan carcajadas ensordecedoras y demoniacas, esa es la señal de que La Muelona está muy cerca; hasta las bestias se arrodillan en los caminos al escucharla. Muchos han sido víctimas de la feroz dama, porque se les aparece como la bella mujer que es, y con insinuaciones sexuales los convence de acercarse a ella, pero cuando están juntos, los devora como la fiera salvaje que es”, añade Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

“Como todas las deidades del mal, persigue a los hombres libidinosos y lujuriosos, también a todos a los que les encanta en trago y el juego. Algo que es muy importante saber, es que dicen que ella se ahuyenta cuando hay mujeres en embarazo o cuando hay recién nacidos; dicen que siempre, antes de atacar les dice a sus víctimas: estarás conmigo en el infierno, soy La Muelona”, enfatiza Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.

“No sé qué tan cierto sea, pero dicen que era mujer gitana, que llegó de España y que se dedicó a todos los artes de la magia negra, separando hogares y haciendo tantas maldades que hasta las jóvenes de la época dejaron de tener hijos, aun estando embarazadas. Le gustaba jugar naipe y siempre ganaba, dejando en la ruina total a las familias más pudientes de la región”, finaliza Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

EL SILVADOR

Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’, relata: “dicen los que lo han escuchado y lo han visto, que es el espíritu de un hombre dedicado a las banalidades de la vida, que en vida le gustaba la parranda, que era mujeriego, ermitaño y solitario, que su vida transcurrió de pueblo en pueblo, buscando los lugares más libidinosos para saciar su ansiedad de juego, trago y lujuria”.

“Es por eso que ahora se dedica a espantar por las llanuras, persiguiendo a la mujeres que están en embarazo y buscando hombres para poder disfrutar de paseos y convites lujuriosos. Algunos campesinos relatan que su presencia se siente con un silbido demoniaco, que al escucharlo lejos es porque está muy cerca y cuando se escucha cerca es porque está muy lejos”, añade Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.

“Es un silbido penetrante y paralizante que llena de terror a quienes lo escuchan, y aseguran que con oraciones se aleja, pero son sólo historias; además, dentro de las tradiciones ancestrales de los abuelos, le atribuyen las muertes de sus familiares, afirmando que cuando el silbido es suave, moría un hombre, pero si era ensordecedor moría una mujer, por eso cuando muchos lugareños sabían que el espanto estaba cerca, dormían en la iglesia del pueblo, para evitar morir en la noche”, puntualiza Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

LA MADRE DE AGUA

Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’, inicia su relato: “mi abuelo me contó que hace mucho tiempo, una bella doncella española se enamoró de un aborigen que su padre tenía como esclavo, al cual maltrato casi hasta la muerte, pero la joven lo ayudo a escapar y se fue con él a formar su hogar, porque estaba profundamente enamorada”.

“Ella era de piel blanca, una bella cabellera dorada como el sol y de ojos azul profundos, hija única de un español que llegó para conquistar y llevar los tesoros encontrados en la tierra aborigen, a la corona de su rey. Era un hombre muy malo, incluso muchos decían que no tenía corazón”, agrega Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.

“Luego que la pareja lograra evadirse del yugo del malévolo capitán, se instaló en una reserva indígena, donde les ayudaron a construir su rancho y a cultivar la tierra. De ese eterno amor nació un bello niño que era la adoración de sus padres y la de todos los integrantes de la comunidad, en la cual vivía una aborigen quien estuvo toda la vida la vida enamorada del apuesto indígena, y en represalia porque este nunca le correspondió ese amor, fue y buscó al capitán y le dijo donde los encontraría y que tenían un hijo. El español lleno de ira, se dirigió con un destacamento de hombres y con sus propias manos ahogó al bebe, a la vista de sus padres, mientras le decía nunca serás de mi familia y no dañaras mi descendencia, mientras los hombres del ejército español degollaron al indígena”, añade Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

“Cuando todos se fueron y la bella mujer fue liberada por los indígenas, desesperada se lanzó a las corrientosas aguas en busca de su bebe, pero también se ahogó. Tiene los pies al revés, por eso quienes siguen sus huellas, siempre se alejan de ella; a lo lejos se escucha una canción de cuna con la cual la Madre de Agua arrulla al bebe y lo busca por el rio. También dicen que cuando el desespero la atormenta, enloda las corrientes de agua, crea inundaciones, y empiezan a expeler un fuerte olor a podredumbre, que espanta a los rivereños”, finaliza Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.

LA MULA DE RAFLES

Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’, cuenta: “este espanto recorre todas las montañas de la cordillera central colombiana; es un hombre cuya apariencia se asemeja a la de un hombre del campo, siempre va en su cabalgadura y recorre a paso lento cualquier municipio”.

“Los campesinos dedicados a las labores del agro, aseguran que cuando escuchan cascos que se movilizan muy lento, saben que La Mula de Rafles está muy cerca, y señalan que cuando este espanto está en la zona, trae consigo tempestades, vendavales, muerte de las bestias y de los animales de granja; otros dicen que incluso la cosecha se pudre dentro de los costales cuando las llevan al mercado”, añade Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

“Eso cuando lo ven de frente se dan cuenta de que es una calavera, a la que le salen gusanos de los ojos y rastrilla los dientes de forma diabólica porque lanza candela; si van en bestia pueden huir del sitio, pero sino, los caminantes pierden la conciencia por varias horas y quedan tirados en la vera del camino”, finaliza Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.

LA PATASOLA

Esta es de las más aterradoras mujeres de la mitología colombiana, dicen los infortunados campesinos que han logrado verla a lo lejos, que tiene ojos de tigresa, colmillos enormes y afilados, de cabello enmarañado, boca grande como la de un felino, sus brazos son largos y tiene manos en forma de garras, tiene un solo seno en su pecho, su aspecto es aterrador.

Secundina Monroy Gualtero, ‘la Vieja Satu’, relata: “Es una mujer aterradora, vive entre la selva espesa, en la parte alta de las montañas del Tolima Grande, tiene un nido lleno de ramas y maraña que recolecta en sus alrededores; me contaba mi mamá que también la han visto en bosques y en montes cercanos a algunos pueblos”.

Algunos conocedores del tema mitológico, afirman en sus investigaciones que es un ser al que le gusta la sangre y la carne humana, la asemejan a un vampiro. Al parecer muchos maridos infieles cayeron en las fauces de la aterradora Patasola, porque fueron hallados sin partes de cuerpo y sin sangre.

Bernardo Sánchez, el ‘Maestro Berna’, relataba: “Mi abuela me decía que los caminantes que llegaban al pueblo y se habían encontrado con la bestia, aseguraban que era una mujer muy bella, que tenía un cuerpo y un rostro que los seducía y que algunos de sus compañeros de andanzas se habían dejado enamorar de la despampanante mujer; ellos se fueron con ella y nadie más los volvió a ver”.

Entre las creencias de los habitantes del Tolima Grande, dicen que es una mujer seductora, inmensamente bella, quien sale al camino de los hombres enamoradizos, empieza a llamarlos y ellos caen con sus encantos; con sonrisas y su mirada embrujadora los lleva hasta lo más profundo de la maraña, donde allí les muestra su verdadero rostro, con dientes de fiera, ojos que lanzan llamas, aliento a azufre, de cabello enmarañado, con el cual cubre gran parte de su desfigurado rostro.

La ‘Vieja Satu’ asegura que sus abuelos le contaban: “La Patasola era un mujer de buena familia, una de las ricas de la región, pero muy libidinosa. Luego de casarse con un hacendado ya pasado en años, este se dio cuenta de que su bella mujer le faltaba a sus votos, engañándolo con el capataz, por lo cual decidió quitarle una pierna de un machetazo, en uno de sus maizales; cuando la mujer falleció, quedó penando para pagar su culpa”.

“Desde ese momento le cogió odio a los hombres, por eso persigue a los errantes y a los mineros, a los cazadores, a los infieles; uno la puede espantar si tiene machete, peinilla o hacha, por que odia todo lo que tenga filo”, enfatiza Secundina Monroy Gualtero.

El ‘Maestro Berna’ agrega: “dicen que tiene piel de árbol, áspera y con olor a pino, la única pierna que tiene y con la que se mueve muy rápido entre el bosque, parece una garra de oso, si uno no tiene nada filoso para asustarla, tiene que correr más rápido que ella y meterse en un maizal para estar a salvo, allí no entrará porque en uno así perdió su pierna”.

LA LLORONA

Dentro de la mitología tradicional, La Llorona es la mujer más conocida en centro y sur América, distinguida como una deidad diabólica y demencial. En Costa Rica y Panamá es conocida como ‘Tulu Vieja’ y pese a ese nombre, es una mujer muy joven y bella que deambula por los cementerios, llorando la perdida de sus retoños; en sus manos siempre lleva una veladora encendida y espontáneamente lanza gritos lastimeros que paralizan a quienes la escuchan.

Igualmente, es uno de los espantos mitológicos más conocidos en toda Colombia y es identificada con nombres diferentes, según la región  o zona cultural del país. ‘La María Pardo’, así la conocen en Antioquía; en el sur colombiano es conocida como ‘La Tarumama’, bautizada así por los descendientes pastusos; para los nacidos en la tierra del volcán Galeras, ella es una impúdica que tuvo un hijo sin haber contraído nupcias y luego abandonó la criatura para ocultar el pecado cometido. Su alma vive en castigo eterno, y pese a haber sido una bella mujer, hoy quienes la han visto aseguran que tiene senos grandes, casco de mula en sus pies, y sus facciones son las de una mujer entrada en años y de apariencia demoniaca.

Secundina Monroy Gualtero, ‘la Vieja Satu’, cuenta: “es una mujer muy bella, joven, de cabellera larga, negro azabache, claro que dicen los que la han visto, que sus cabello es rizado y cambia de color, entre plateado, dorado y café; además, mariposas y  luciérnagas se prensan de sus mechones de cabello. Claro que otros que dicen haberla visto, señalan que es una mujer con la cara como la de una calavera, con el cabello enmarañado, ojos rojos como candela, desarrapada y que lleva un bultico de hojarasca como si fuera su hijo; dicen que solo los mira y que no hace daño, pero con su llanto lastimero petrifica a la gente del susto”.

“Claro que La Llorona no tiene un sitio de morada establecido, sino recorre todo el Tolima Grande buscando sus hijos, camina por las montañas y valles muy cerca de los ríos y los espejos de agua, porque aseguran que ellos murieron ahogados. Otros que aseguran haberla visto, son enfáticos al decir que el rostro es una calavera, que sus ojos son dos bolas de fuego de rojo intenso, las manos y los pies son huesudos, y carga un bebe muerto”, agrega Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

“Son unos gemidos horribles, que le hacen poner a uno la piel de gallina, dicen que cuando llora deja caer lágrimas de sangre, porque su bebe que aún tiene envuelto en la mortaja, el cual es mas es de color azul, la mira con sus tiernos ojitos, acusándola de haberle quitado la vida”, asegura Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.

Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’ agrega: “eso no es nada, decían mis abuelos que ellos la escuchaban llorar en las noches de mucho silencio, ellos vivían en  una planicie en la cual de noche sólo se escuchaba el viento pasar; por eso ellos si la podían oír cuando lloraba, y también contaron que La Llorona asustó varias veces a una prima mía, que era como muy alegrona y tenía varios novios, y mis tíos no estaban muy orgullosos de la pecaminosa actitud de su hija. También dizque persigue a los jugadores, borrachos y a los infieles; algo que se me escapaba, es que dizque ella se aparece como desde las ocho de la noche, y desaparece hasta que empiezan a aparecer los primeros rayos del sol”.

EL CAZADOR

Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’ dice: “esta leyenda es de las menos conocidas en el territorio tolimense, porque su zona de acción es en la zona montañosa, la cordillera tolimense se estremece cuando aparece este espanto oriundo del Tolima”.  

“Reza la  historia que existía un hombre de mediana edad y quien vivía en época de la colonia, en un lugar alejado de cualquier rastro de civilización,  era ermitaño, alejado también de la mano de Dios; su mayor afición era el salir a cazar, muchas veces sólo por regodearse al ver a los animales del monte sufrir hasta morir, luego los tomaba y los llevaba hasta su hogar para su alimentación. Otros aseguran que él si tenía familia y que los animales que cazaba, los vendía o cambiaba para llevar el alimento a su hogar”, relata Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’, cuenta: “como son muchas las historias que se cuentan frente a este personaje, dicen que a pesar de no ser muy allegado al seno de Dios, para una semana santa el hombre dejó su cabaña en lo alto de la montaña, se fue caminando muy lento y en medio de los murmullos de los pobladores, ingresó a la capilla dispuesta para el ‘Sermón de las Siete Palabras’; en la primera banca quedó él solo, nadie quería estar cerca al pecador asesino de los animales que Dios regalaba para adornar la montaña”.

“Cuando todos los asistentes al acto litúrgico estaban sumidos en la oración y expiando sus culpas, el hombre levantó su mirada y observó por la ventana a un cervatillo, muy hermoso, y acto seguido el singular hombre tomó su escopeta, llamó a su perro y salieron de la capilla; sin mediar palabra, el hombre corrió detrás del animal, el cual huyó hasta una laguna, allí se paró y miro fijamente a su victimario. Todos los lugareños observaban en silencio la escena, el hombre disparó pero no le atinó, el animal corrió y el cazador fue detrás de él hasta que se perdieron de la vista de los feligreses”, continuó el relató Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’, agrega: “decían los abuelos que desde ese viernes santo, se escuchan disparos en la montaña, pero no se ve a nadie por esa zona; también que esa ‘tentación del más allá’, condenó al hombre a perseguir al cervatillo por toda la eternidad, sin nunca lograr su cometido. Al parecer la espesura de bosque se lo comió, porque nadie más lo volvió a ver, la montaña donde vivía lo devoró y su castigo es vagar por el mundo tratando de cazar al venado”.

EL SOMBRERÓN

“Este si es uno de los espantos de nuestra región, o bueno, así me lo contaban mis abuelos, que afirmaban que es de los más demoniacos espantos que caminan bajo el cielo del Gran Tolima. Los que lo han visto aseguran que usa un sombrero tan grande que le cubre casi todo el cuerpo y sólo se le ve la parte baja de las piernas, que son peludas, anda descalzo y además sus uñas son como garras”, cuenta Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.

“Claro que otros aseguran que si bien es cierto que tiene un sombrero muy grande, también luce un hábito como si fuera un monje; por donde este pasa, el silencio se toma el sector y un momento de misterio queda en los ojos de quienes lo han visto de frente”, agrega Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’ añade: “dicen que este espanto es pernicioso, entregado a los vicios y le encanta llevarse a los niños y a los jóvenes para  encaminarlos por el mal, le gusta que fumen desde muy jóvenes y a ellos los persigue constantemente. No le gusta pronunciar palabra alguna, solamente observa, camina y persigue a los jóvenes a los que les gusta la vida mundana; también dicen que luego de que pasa el Sombrerón, llegan fuertes vientos a esa región, que acaban con la cosecha, con animales y hasta con las casas”.

Algunos estudiosos del tema mitológico, aseguran que en otras regiones como el Eje Cafetero y Antioquia, lo definen como un jinete, que igualmente lleva su sombrero grande, pero lo acompaña de una ruana negra, arrastra cadenas muy gruesas y los acompaña dos gigantescos perros que lanzan fuego por los ojos y tienen aliento a azufre.

EL PATAS... EL PUTAS... EL MANDINGAS

Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’, relata: “es el espanto más feroz de toda la mitología colombiana, a este si lo conocen en todo el país, es una trilogía infernal, la cual es la representación más fuerte del bajo mundo. Es el rey de reyes del mal y todos le deben respeto a él, porque es considerado el príncipe de la tinieblas”.

 

“Muchos colombianos lo asemejan como un hombre mitad humano, pero con cascos de cabra; otros dicen que puede asemejarse a una bestia de carga, con grandes brazos velludos, cuernos en su cabeza, ojos hipnotizantes, voz de ultratumba y olor a azufre”, agrega Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.

“Dicen que una vez se apareció acá en Ibagué, en uno de los bailaderos más reconocidos para esa época; hablo de los años cuarenta, cuando los tablados era tan populares que todos comprábamos ropa y nos íbamos de estrene a tupirle a la danza. Estaba de moda la canción ‘El Ron de Vinola’,  y dicen los que allí estaban, que el Mandigas vino a bailar con una mujer y estaban totalmente viringos, y que pedían esa canción tantas veces, que muchos se cansaron y se sentaron a observar a la peculiar pareja. Eso fue en las fiestas del barrio Baltazar y hasta el obispo puso el grito en el cielo y en plena misa ordenó no volver a bailar o escuchar esa canción”, dice Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

 

“Otra vez dijeron que el Mandingas volvió a Ibagué, fue cincuenta años después de su festejo en el barrio Baltazar; en esta ocasión llegó a una discoteca, la más popular para ese momento, ‘Abadía’, en donde el príncipe de las tinieblas ya no gozaba con ‘El Ron de Vinola’,  sino con la música de la época y cuando bailaba con una bella mujer, le dijo “No me mire los pies”, pero como humanos, siempre hacemos lo que nos prohíben, y ella miro los pies de su apuesto parejo y al ver que eran unos cascos, enloqueció inmediatamente. Del hombre nadie dio razón, porque se esfumó en medio de los gritos de la mujer”, dice Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.

“Una vecina del barrio Viveros en Ibagué, me contó que en el corregimiento de Gualanday, siendo niña, estaba con unas primas y llegó un perro negro, con ojos como fuego, ellas quedaron petrificadas cuando lo vieron y el animal comenzó a dar volantines como queriendo meter su cabeza entre el rabo y de un momento a otro se desapareció; por muchos años las niñas contaron su historia y nadie les creía, solo el cura que fue hasta la casa, en donde hizo varias oraciones y luego esparció agua bendita. Al animal nunca lo volvieron ver”, añade Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

 

Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’, finaliza: “a muchos niños los asustaban diciéndoles que si se portaban mal, el Mandingas se los llevaba para el infierno, pero creo que esto nunca pasó”.

EL FRAILE O MONJE SIN CABEZA

Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’, cuenta: “de este espanto son muchas las historias que se tienen; en cada municipio del Tolima aseguran haberlo visto, pero cada uno cuenta una historia diferente, entonces no tiene una tradición de espanto como tal. Muchos dicen que nació como espanto en la Villa de las Palmas de Purificación y deambula por las orillas del rio Magdalena”.

 “Yo recuerdo una historia que me contó Damián Martínez, conocido en el barrio Viveros como ‘Camarada’; el hombre trabajaba en la empresa de acueducto del municipio, pero en las noches era el vigilante del barrio, porque hasta ahora se estaba construyendo, y de la esquina de la calle treinta y tres con carrera doce para abajo eran unos guaduales, donde se escondían los ladrones para llevarse las pocas cosas que teníamos para construir las casas. Una noche que cayó un aguacero impresionante, ‘Camarada’ vio salir del guadal una imagen espeluznante; pese a no haber luz, observo a una persona que tenía un hábito que le cubría desde la cabeza hasta los pies, pero este flotaba por los aires. El pobre hombre como que perdió el conocimiento cuando tuvo al espanto frente a frente, dijo que no le pudo ver la cara ni la cabeza, pero que si le vio las manos huesudas y una camándula en madera muy grande. ‘Camarada’ amaneció en la verja de mi casa, mojado por la lluvia de la noche; al despertar golpeo, le ofrecimos un café, y ropa seca, y mientras se tomaba la bebida nos relató su historia, a la cual le dimos total veracidad”, añade Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.

Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’, relata: “si claro, le creímos de inmediato porque hemos escuchado muchas historias del sur del Tolima, sobre todo en Purificación, donde dicen que nació como espanto, porque pese a haber sido un ministro de Dios, está vagando en este mundo, porque durante la fundación del pueblo, asesinaron a muchos indígenas y él permitió todas esas masacres. Dicen que por acolitar atrocidades y debido que la comunidad dedicada al mundo banal no lo escuchaba, murió de hambre. Algunos aseguran que en la parte alta del Parque Centenario colindando con Belén, acá en Ibagué, está la cueva del Fraile o el Cura sin Cabeza,”.

EL GUANDO

Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’, relata: “muchos asocian al Guando con el Fraile o el Cura sin Cabeza, porque dicen que este va a buscarlo para brindarle cristiana sepultura pero nunca lo encuentra, por eso los dos deambulan en este plano sin tener una paz eterna”.

“El Guando es un cortejo fúnebre que camina por las llanuras; dicen que anda al son de diferentes ritmos musicales, entre los que se destacan más los bundes o llamados. Estos son acompañados de fiesta, comida y trago; también dicen que hasta el sitio donde esté el difunto, llegan otras deidades del mal, como la Llorona, el Mohán, y brujas. Es una imagen que aterroriza hasta al más católico de los seres humanos”, añade Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

“Muchos dicen que una de las señales que caracterizan esta aparición es escuchar las crías de la aves de corral ‘Piar’, desenfrenadamente, y luego aparece una mujer por cualquier camino con una escoba barriendo y esparciendo incienso por donde cruzara el cortejo fúnebre, el cual lo llevan otros espantos de menor poder, pero a los que les gustan las juergas”, finaliza Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.

EL GUANDO

Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’, relata: “muchos asocian al Guando con el Fraile o el Cura sin Cabeza, porque dicen que este va a buscarlo para brindarle cristiana sepultura pero nunca lo encuentra, por eso los dos deambulan en este plano sin tener una paz eterna”.

“El Guando es un cortejo fúnebre que camina por las llanuras; dicen que anda al son de diferentes ritmos musicales, entre los que se destacan más los bundes o llamados. Estos son acompañados de fiesta, comida y trago; también dicen que hasta el sitio donde esté el difunto, llegan otras deidades del mal, como la Llorona, el Mohán, y brujas. Es una imagen que aterroriza hasta al más católico de los seres humanos”, añade Bernardo Sánchez, ‘El Maestro Berna’.

“Muchos dicen que una de las señales que caracterizan esta aparición es escuchar las crías de la aves de corral ‘Piar’, desenfrenadamente, y luego aparece una mujer por cualquier camino con una escoba barriendo y esparciendo incienso por donde cruzara el cortejo fúnebre, el cual lo llevan otros espantos de menor poder, pero a los que les gustan las juergas”, finaliza Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’.

EL ÁNIMA SOLA

Bernardo Sánchez, ‘El ‘Maestro Berna’ relata: “a esta si le tengo miedo y no es porque sea mala, sino porque nosotros los seres humanos nos volvemos olvidadizos e incumplidos luego de recibir un favor; ahí es cuando ella aparece y válganos Dios mío, el tormento que le hace vivir a uno. Uno le pide un favor a las Benditas Ánimas del Purgatorio y ellas se lo conceden todo, a cambio de ponerles unas velitas como pago por el favor recibido; y vaya uno y no lo haga, llega el Ánima Sola a recordarle a uno su falta. Aunque es una mujer bella de larga cabellera y rostro apacible, cuando se enfurece, lo atormenta a uno en la cabeza, y tira las acosas que encuentre en la casa, hasta que uno cumpla”.

Secundina Monroy Gualtero, ‘La Vieja Satu’, cuenta: “Yo recuerdo una historia que le sucedió a una de mis hijas que vivía en Bogotá, en el barrio la Serafina; el esposo de ella manejaba un bus de esos grandes, con el cual recorría toda Colombia, y ella muy dedicada a su hogar, católica como todos nosotros, era muy devota a las Benditas Ánimas del Purgatorio, y todos los días les ponía su velita y les oraba. Una vez tuvo que salir al médico y cuando regresó a su casa, había mucha gente afuera y hasta la policía había llegado para ver como los ladrones le habían quitado la chapa a la puerta, pero nunca pudieron entrar, porque no la pudieron abrir; los vecinos decían que adentro se escuchaba que estaba lleno de gente, cuando la verdad no había nadie, eso fueron ellas que le protegieron la casita y sus cositas, mientras ella hacia su diligencia”

Este es uno de los más espeluznantes espantos del que se tenga noticias, tiene como finalidad el hacer daño por efecto psíquico u otros medios de manipulación de terceros, el Anima Sola se presenta en forma de mujer de largos cabellos y atractivo rostro y tiene la finalidad de cobrar las velas de las Animas Benditas, pues en estos pueblos la gente acostumbra a pedir favores a las Ánimas y estas casi siempre le conceden los favores a cambio de que se tengan prendidas cierta cantidad de velas durante un tiempo antes prometido; de no cumplirse con esta contra prestación de los devotos, hace su entrada el Anima Sola, para recordar la deuda de una manera tenebrosa.

     En Guatire, sector las Flores del Ingenio, se cuenta que una señora devota de las ánimas, en una ocasión olvidó prender la prometida vela en pago de favores de éstas. Esa noche tocaron a su puerta y resultó ser una amiga de la cual tenía tiempo que no veía; para su desdicha e ingenuidad, la invitó a pasar al momento y una vez dentro, la visita se convirtió en un celaje que recorrió -cual inmensa sombra negra- toda la sala, tomando a su víctima por los cabellos en repetidas ocasiones, causándole grandes moretones. La señora aterrada, se arrastró como pudo hasta el altar y prendió temblorosa un cabito de vela a la vez que pedía perdón por el olvidó; al rato la gran sombra abandonó la casa, dejando privada a la olvidadiza señora, quien desde entonces prende a diario gran cantidad de velas, aunque no haya pedido un favor nunca más, ni dejado pasar a su casa visita alguna.

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